Por Pedro Fernández González y Valentina Jorquera Samter
La sociedad red – y los avances tecnológicos que la sustentan- ha estado acompañada por discursos que prometen utopías de comunidades humana reconciliadas con sus necesidades, bajo la idea de un acceso mayoritario de bienes con coste marginal cero, que permitiría no sólo disminuir las desigualdades que imperan en el mundo actual, sino hacer del desarrollo algo sostenible y prácticamente gratuito, sin embargo, ¿son estas promesas fundadas, o son más bien producto de un gatopardismo maximalista?
Thomas Kuhn menciona en su libro “La estructura de las Revoluciones Científicas” (1971) que la ciencia se mueve entre períodos de normalidad y anomalías que van definiendo el paso a nuevos paradigmas que sustentan la forma en que resolvemos un problema. No sería aventurado afirmar que nos encontramos justamente en medio de una revolución científica y técnica, cuyos efectos aún no terminan de asentarse, pero que ya ha tenido un despliegue muy evidente en la producción y en las experiencias de vida actuales.
En este sentido Jeremy Rifkin (2014), sociólogo y economista, autor de “La economía del coste marginal cero”, nos promete una transformación económica sin igual, que tendría como resultado no sólo un aumento de la magnitud de la economía, sino una transformación del régimen; se produciría un cambio por la propia contradicción del paradigma [supuestamente] en debacle: el capitalismo. Así, la introducción de la tecnología en búsqueda de productividad y eficiencia, tendería a generar las condiciones para proveer bienes con un costo marginal cero -como lo anuncia el título de su libro- lo que desajustaría las bases mismas del sistema capitalista, llegando a un punto culmine donde los bienes tangibles e intangibles dejarán de estar sometidos a las fuerzas del mercado y serán gratuitos y abundantes. Con esto, la despedida del viejo y desactualizado capitalismo se haría oficial, y sería reemplazado mecánicamente por principios del denominado procomún colaborativo, forjado por prosumidores (consumidores-productores), quienes, sean Youtubers , científicos de la academia o ciudadanos comunes, podrán gritar a los cuatro vientos libertad frente a la subyugación del trabajo y la vida como la conocemos.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿no es acaso el procomún colaborativo y su promesa encantadora una utopía desmovilizante, ciego a la capacidad del capitalismo para colonizar nuevas esferas? ¿Es neutra la disrupción tecnológica o esconde mecanismos de profundización del capitalismo? ¿qué rol juega el gobierno en un panorama de sociedad red? ¿Puede convertirse quizás esta mirada complaciente en lobo que se viste de oveja?
La complejidad de las transformaciones requiere detenerse reflexivamente en estas preguntas. Sería equivocado apostar por un neo-ludismo y negar las posibilidades sustantivas de la tecnología para proporcionar bienestar y nuevas formas de desarrollo humano, pero también lo sería no hacer un análisis crítico de ellas. No se pueden desconocer tanto las condiciones sociales bajo las que operan, como las que están constituyendo, y es precisamente esto último lo que Rifkin descuida.
No son neutras la condiciones de producción y reproducción de la producción. La economía digital a la que se refiere Rifkin, que ciertamente tiene la capacidad potencial del acceso y compartición universal, no opera ex nihilo, en un descampado inédito, sino que se originó bajo las lógicas productivas del capitalismo. Evidencia de esto es la evolución de los derechos de propiedad intelectual, el copyright y la persecución (penal inclusive) a la compartición de archivos (denominada intencionadamente como piratería), lo que reproduce la propiedad privada en el ámbito digital. Esto implica que estas capacidades técnicas de compartición pública no están realizadas hasta su consecuencia lógica, es decir la de acceso y control socializado, soberano, sino que subsisten en el mejor de los casos como pequeños nichos contrahegemónicos bajo la filosofía de lo libre, excepcionales, tomando más bien en general una forma funcional a la continuidad del derecho y producción privada, lejos de la emancipación, similar a lo planteado por Adorno y Horkheimer (1998) respecto al refugio del capitalismo en la cultura.
Karl Marx en El Capital (1867), ya había formulado teóricamente que en el desarrollo del capitalismo existe una tendencia decreciente de la tasa de ganancia, lo que implicaría que el mismo despliegue mecánico del capitalismo en el tiempo contiene los ingredientes para desarticular sus condiciones de existencia. Dicho colapso no se ha producido, el capitalismo sigue siendo el modelo económico hegemónico, totalizante. No obstante, el mundo que habitó Marx era muy distinto al de Rifkin, y , a diferencia de este último, Marx puso atención crítica a los entramados de poder en la organización social, llegando a ser uno de los pensadores más influyentes de la historia.
Es cierto que el nuevo capitalismo de plataforma es capaz de disminuir costos de transacción y puede ser mejor coordinador de intercambios que las tecnologías previas, lo que podría ser denominado como colaboración sólo bajo una definición muy amplia. Lo que está lejos de ser una certeza, es que la sofisticación formal del intercambio tenga un sentido sustantivo distinto, direccionado hacia el bien común y la colaboración a partir de su mero funcionamiento pasivo, sobretodo teniendo en cuenta que existen intereses creados en la dirección contraria, que además tiene la capacidad de ser ejercidos por mecanismos de poder por parte de los gigantes digitales que concentran cada vez más poder y recursos bajo una tendencia monopólica (Google, Facebook, Amazon), reproduciendo los principios de acumulación capitalista.
El supuesto del procomún colaborativo pasa por alto lo anterior, se basa en una teleología económica, una nueva mano invisible (digital) pero que opera en la dirección contraria. En un mundo donde el 1% de la población concentra el 82% de la riqueza producida (Oxfam, 2018), donde los casos verdaderamente colaborativos son notorios por excepcionales (como wikipedia), la evidencia parece ser insuficiente para afirmar que el procomún colaborativo es el futuro por inercia. Como programa de transformación, es exagerado en su alcance e insuficiente por falta de claridad mecánica y de politización.
Para superar las contradicciones, injusticias e irracionalidades del capitalismo contemporáneo se requerirá de un análisis crítico más minucioso, uno que no dependa de la inercia sistémica, sino uno que se transforme en un programa de transformaciones concreto, que identifique claramente a los sujetos sociales, que sea propiamente histórico.
Bibliografía:
Adorno, Theodor y Horkheimer, Max. (1998) Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta.
Marx, Karl (1977). El capital. Crítica de la economía política. Madrid:Akal.
Oxfam (2018) Reward Work, Not Wealth Recuperado de: https://d1tn3vj7xz9fdh.cloudfront.net/s3fs-public/file_attachments/bp-reward-work-not-wealth-220118-en.pdf
Kuhn, Thomas. (1971). La estructura de las Revoluciones Científicas. Fondo de Cultura Económica : México.
Rifkin, J. (2014). La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Buenos Aires: Paidós.
Interesante artículo el que han escrito Valentina y Pedro, pues justamente el propósito de este Blog es poner en perspectiva los contenidos que vamos revisando en clases, con un ánimo crítico. Si bien este es un argumento bastante resumido que invita a debatir mucho más en relación al tema, convocan a autores clásicos que aportan una mirada revisitada, los que cobran nuevos aires en el contexto socio-tecnológico actual.
Efectivamente, los postulados de Jeremy Rifkin podrían situarse en el hemisferio de lo utópico y el optimismo tecnológico, lo que puede llevarnos a sobrevalorar los alcances de las transformaciones digitales de la sociedad actual. Asimismo, la ideas del sociólogo y economista norteamericano dejan dudas respecto a un análisis de largo aliento sobre las transformaciones estructurales que implicaría el desmantelamiento del capitalismo.
Sin embargo, hay que precisar que el autor de “La Sociedad del Coste Marginal Cero” no plantea una completa colonización del procomún colaborativo sobre la esfera económica y social, sino que más bien una mayor participación de este sistema en la economía mundial producto de la convergencia de la tecnología y prácticas sociales ligadas al fenómeno de la colaboración “en enjambre”. El autor pronostica que para el año 2050, la convergencia de la Internet de la energía, la Internet de la logística y la Internet de las comunicaciones, generaría una infraestructura tecno-social en la que sería inevitable una mayor penetración del procomún colaborativo en las relaciones económicas, produciéndose una convivencia entre este sistema y la economía de mercado, anticipándose de esta manera una sociedad global asistida por mecánicas híbridas y de dialécticas complejas.
Como bien mencionan ustedes, plantea una expansión del ethos que ha movilizado a “experimentos radicales de confianza” tales como la Wikipedia, pero llevado ahora al plano de lo tangible, del intercambio de cosas, de energía, productos y todo tipo de servicios, en diversas esferas de la vida cotidiana.
La pregunta sobre si esta mayor participación del procomún colaborativo no es más que una sofisticación y/o nuevo refugio del capitalismo es muy inquietante y deja un campo abierto al debate. Ahora bien, el hecho de que las lógicas sociales que subyacen a las redes tecnológicas sean de un tenor distinto al del intercambio capitalista tradicional, esa mano invisible que opera con fuerza desde un siglo XX de derroche medioambiental e industrialismo ilimitado, sigue siendo un alimento fértil para las ideas de Rifkin y varios otros que plantean el eclipse del capitalismo de la mano de las tecnologías culturales de la colaboración y las redes de cooperación de escala horizontal.
Les comparto una charla TED de Yochai Benkler, “The new open-source economics”, en la que explica cómo las plataformas abiertas representan una nueva etapa de la organización humana.
Estimado Prof. Jorge:
Parto por agradecer la recomendación del video, me pareció muy informativo y creo que hace un punto similar al que nosotros nos proponemos.
En lo personal, me parece que el traspaso de una lógica industrial al procomún colaborativo que plantea Rifkin ya se puede palpar en la forma en que los componentes de la actividad económica se encuentran en manos de la población, teniendo posibilidades incontables, como prosumidores, de controlar la producción y distribución de información, conocimiento, servicios, entre otros. Estas bondades de la red no las podemos obviar, ni tampoco podemos desconocer que se abren las puertas hacia nuevas relaciones y comportamientos sociales que no se basen únicamente en la lógica capitalista. En este sentido, Rifkin no peca en su utopía. Sin embargo, creo personalmente que estas nuevas formas de relacionarnos como sociedad no equivalen al desarrollo de una motivación social del comportamiento humano per se.
Tal como comenta Yochai Benkler, existe una batalla que el ethos capitalista tiende a dar frente a estas nuevas plataformas, muchas veces más eficientes y sostenibles que la vieja forma centralizada de manejar la producción, y ciertamente esa batalla debemos ganarla nosotros como sociedad tomando conciencia del poder que nuestros patrones de consumo y decisiones diarias tienen en la sociedad. Con lo anterior me refiero, y en relación al punto del post, que la valoración de la solidaridad, la sustentabilidad y la justicia social no vienen dadas por el nuevo paradigma colaborativo, sino que requieren de una nueva mirada ética y ecológica del quehacer humano desde lo crítico y consciente. En otras palabras, el procomún colaborativo de Rifkin lleva a posibilidades de valorar algo del hombre que vaya más allá de la monetarización de su existencia, sin embargo, esa suerte de transformación, a mi juicio, no ocurre en el inconsciente, sino que tiene que ir acompañado de una experiencia responsable que fortalezca el sentido de comunidad en el procomún de Rifkin.
En este sentido, me atrevo a decir que las últimas palabras de Benkler son una especie de complemento a nuestro argumento: el ethos capitalista muchas veces se esconde en estos nuevos entramados, pero ¡ahora tenemos más herramientas, las formas de capitalización se han distribuido de forma más equitativa! Por lo mismo, la tarea de la especie humana es aún más patente y urgente, lo colaborativo es una tarea, no un regalo de este nuevo paradigma.
¡Saludos!
Muy interesante artículo, felicitaciones. Me gustaría resaltar un tema que tocan tangencialmente. Cuando autores como Rifkin hablan de “prosumidores” parecen obviar que si bien ciertos aspectos de la producción efectivamente se han democratizado y hechos disponibles a muy bajo costo -como lo es por ejemplo la creación de arte o entretenimiento en distintos formatos, video, música, escrito-, los medios mediante los que estos son distribuidos no son para nada democráticos. Hoy en día cualquiera con una cámara barata y dedicación puede ser un “Youtuber” o “Instagramer”, pero no cualquiera puede ser dueño de un sitio videos o una red social. La cantidad de “Youtubers” aumenta, pero Youtube -sitio que pertenece a Google- no tiene competidores mayores en el mundo occidental. Para dar un ejemplo, el sitio Vine vio gran éxito usando una modalidad diferente (los videos debían durar solo 10 segundos o menos), y finalmente fue comprado por otro gigante, Twitter, solo meses después de ser fundado, para eventualmente ser cerrado en 2016. Instagram también lograba posicionarse como otra exitosa red social, creciendo en popularidad en desmedro de Facebook, hasta que este último lo adquirió en 2012.
Si bien la experiencia inmediata de los usuarios de internet es de tener la libertad crear sus propios videos, música, textos, etc., todo esto es hecho a través de un número muy limitado de páginas gigantes como aquellas que pertenecen a Google, Facebook, Twitter o Apple. Esto al final implica que la producción de contenido de entretenimiento queda en manos de unas pequeñas mega compañias, situación no muy distinta de que ha dominado hasta ahora. Pero mientras antes una compañía disquera, o una estación de radio o de televisión debía gastar recursos en producir al menos parte del contenido que transmitía, ahora Google y Facebook le relegan esa tarea a sus propios usuarios -que al final son quienes producen el contenido que hace llamativo a sus sitios. Así, surgen miles de personas que gastan su tiempo y recursos en producir contenido para Youtube o Instagram con la esperanza de poder llegar a recibir dinero a cambio de la publicidad. Luego la página se lleva un porcentaje de ese dinero de publicidad (En el caso de Youtube, el 45% de las ganancias va hacia la página, el otro 55% hacia el creador del video) sin haber gastado ni un centavo en la producción. El 2017 se subían 400 horas de contenido _por minuto_ a Youtube.
Hace falta la pregunta de quién se beneficia realmente por la manera frenética en que los “prosumidores” producen contenido. Parece ser que inadvertidamente hacemos ricos a unos pocos grupos, los que además tienen total facultad de decidir qué videos pueden ser compartidos y cuales no.
Muy buen articulo.
Al igual que ustedes, yo tampoco logro ver un “cambio de paradigma” entre el capitalismo, tal y como lo conocemos, y el planteamiento de Rifkin; e incluso estaría dispuesto a afirmar que el planteamiento de Rifkin se asemeja más a los discursos nacidos en la primera mitad del siglo XX referentes a la modalidad de trabajo bajo el capitalismo. Estoy pensand0 en el planteamiento que hacen Boltanski y Chiapello en su “El nuevo espiritu del capitalismo”.
En resumidas cuentas, lo que plantean los autores es que una de las principales razones por las cuales el capitalismo ha podido mantenerse es por la capacidad adaptativa que ha tenido el mismo frente a sus criticas. Es decir, el capitalismo, según los sociologos citados, ha sido eficaz al momento de tomar las criticas que se le han planteado, tomar medidas al respecto, pero manteniendo su núcleo definitorio en gran medida intacto: logra una suerte de validación. Esto puede ser facilmente observado en función de, por ejemplo, el trabajo: la frase con la cual cierra Marx el Manifiesto Comunista “Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar”, está lejos de ser una metafora, al menos en el contexto en el cual escribe Marx. Y es que, en efecto, en el primer tomo del Capital, Marx hace una análisis bastante detallado de las prácticas y legislaciones que eran adoptadas por el Capital, es decir, por el capitalista, para poder tomar el mayor valor del trabajo del obrero. No voy a entrar en mayores detalles de la revisión que realiza Marx, pero ella está contenida en todo el análisis que hace el autor de la Jornada de Trabajo. Otra manera de ver el mismo punto puede ser en el clásico de Chaplin: Tiempos Modernos (https://www.youtube.com/watch?v=yMZlW5CK8yE). Ahora, volviendo a Boltanski y Chiapello, el capitalismo lo que haría, según estos autores, es tomar dichas criticas, y modificar su modo de funcionamiento, pero sin modificar grandemente su núcleo central. De este modo, dicen los autores es que nacen los departamentos de Recursos Humanos en las empresas capitalistas, y la adopción de ciertas políticas de cuidado al trabajador.
Otro lugar en donde se pueda observar esa tendencia del capitalismo a madificar su modo de funcionamiento se puede observar con el nacimiento de la noción de Responsabilidad Social Empresarial, a principios de los 90; discurso que nace en funciónde las criticas que se le hacen al capitalismo respecto al impacto que tiene sobre el medioambiente.
Y creo que esto mismo puede ser visto en función del planteamiento de Rifkin. En cierta medida, pareciera ser que el procomún colaborativo es más una manera discursiva del capitalismo de adoptar las críticas levantadas en función de la concentración de la propiedad, tal y como lo hizo con el medioambiente y con el trabajo, y menos un cambio de paradigma, en la misma definición que da Kuhn de este termino. En ese sentido, lo que habría que preguntar a Rifkin es si el procomún colaborativo es efectivamente un cambio de paradigma, y por lo tanto un cambio en un modo de producción (en el sentido de Marx), o más bien un nuevo espíritu del capitalismo que manitiene intacto la lógica interna del capitalismo, es decir, la acumulación de capital de manera racional. Hoy por hoy, pareciera funcionar más como lo segundo: una manera del capitalismo de hacer frente a las criticas de concentración de la propiedad, en particular en lo que refiere al mundo digital, ofreciendo la posibilidad de crear contenido propio, pero que en muchos casos palidece con los grandes de la industria, si es que no es perseguido.
Por lo que se ve, son variadas las reacciones frente al concepto de procomún colaborativo de Rifkin y eso es bueno para el desarrollo del curso. Según lo que podemos interpretar, menos que un cambio de paradigma estaríamos frente a una sofisticación del capitalismo, el cual tiene recursos adaptativos rescilientes. Aunque ojo, en ningún momento ha aparecido el término “solidaridad”, que cambiaría el sentido del debate. “Colaborativo” no referiría a un programa político, que decantaría en la subsidariedad, sino que más bien a una anomalía que los economistas liberales clásicos no tenían presupuestado. Esa anomalía ha animado a Rifkin y a otros a aventurarse a afirmar un “cambio de paradigma”. Quizás pase lo mismo que sucedió con muchos teóricos que vieron en Internet la posibilidad de una utopía tecnológica que finalmente sucumbió frente a la resciliencia de los valores de la economía de mercado.