En su transmisión del 23 de septiembre, John Oliver, el carismático e irreverente comediante-comentarista-conductor de televisión, apuntó a Facebook como un terreno pantanoso de mentiras y una plataforma que distribuye, como una peste pandémica, contenido basura, conspiraciones absurdas y una serie de informaciones cuyas fuentes o confiabilidad son derechamente cuestionables. ¿Donald Trump es un reptiliano controlado por empresarios que se comunican con extraterrestres? Absolutamente de acuerdo. ¿La tierra es plana? Obviamente. ¿Monsanto está orquestando una conspiración para apoderarse del Amazonas? ¡Son unos canallas!
Más allá de cualquier ironía que pueda haber de por medio, últimamente la red social creada por Mark Zuckerberg ha estado bajo la lupa por la opinión pública y organizaciones internacionales principalmente debido a la filtración de datos personales de sus usuarios y la proliferación de infames fake news y discursos de odio. Si bien uno de los slogans de Facebook es “connecting the world” con el objetivo de crear una aldea global de usuarios intercomunicados, establecer relaciones a miles de kilómetros de distancia y compartir contenidos, experiencias e ideas, hoy en día esa misión se aleja bastante de lo que ocurre en la realidad. La plataforma se ha convertido en terreno fértil para que la opinión pública en ciertos países identifique enemigos internos por motivos raciales, la organización de grupos que proclaman conspiraciones mucho más graves que las mencionadas más arriba y, finalmente, crear algunas identidades digitales cuyos discursos sirven para legitimar gobiernos autoritarios y extremistas, comprometiendo el uso responsable de las redes por parte de organismos públicos. Facebook, hoy por hoy, es un campo minado.
Uno de los ejemplos de la desvirtuación que ha sufrido Facebook y analizado por John Oliver en su programa ‘Last Week Tonight’ (HBO), es el de la situación de Myanmar. A modo de resumen, la red social ha sido una importante herramienta utilizada por los birmanos budistas para expandir los discursos de odio dirigidos a la minoría musulmana de los rohingya. Con el discurso basado en que este grupo étnico busca apoderarse del territorio y la cultura en Myanmar, la opinión pública compartida por redes sociales en el país sirvió como una “excusa” para que los militares de la nación asiática llevaran a cabo una “limpieza étnica” en el estado de Rakhine. Según la ONU, se han encontrado evidencias directas de violaciones a los derechos humanos tales como asesinatos extrajudiciales, infanticidios, violaciones sexuales contra mujeres (algunas hechas grupalmente) y ataques incendiarios contra la minoría islámica. Una situación dramática que, según lo publicado por la agencia Reuters y la revista Time, ha sido reforzada por el contenido racista y xenófobo divulgado en Facebook por ciudadanos birmanos “leales” a la tradición budista del país.
En 1974, la cientista política alemana Elisabeth Noelle-Neumann introdujo su innovador concepto de la “espiral del silencio”. A grandes rasgos, esta teoría explica que los individuos tienen un inherente temor al aislamiento, bajo la idea de que ciertos grupos de la sociedad tienden a denunciar o excluir personas debido a sus opiniones “impopulares”. Como consecuencia, esto provoca que ciertas opiniones sean “silenciadas” debido al miedo a ser excluido de la sociedad. Asimismo, los medios de comunicación pueden jugar un rol clave en la forma de determinar cuál es la opinión dominante en el inconsciente de las personas. A pesar de que lo propuesto por Noelle-Neumann generalmente se aplica en las arenas políticas cuando hay individuos que optan por la conformidad o el statu quo en el clima de opinión pública, la “espiral del silencio” puede servirnos para ilustrar cómo los medios de comunicación son capaces de generar ambientes duales; por un lado, nos muestran cuál es la opinión mayoritaria o dominante, pero al mismo tiempo la cobertura de noticias o hechos controversiales va acumulando paulatinamente una enorme dimensión de información que puede tener como consecuencia la formación de percepciones distorsionadas respecto al clima sociopolítico o cultural.
¿Ejemplos de esto? Prejuicios raciales, el apoyo a Donald Trump en los primeros días de su candidatura, inclinación por las ideas extremistas de políticos como José Antonio Kast en Chile o Jair Bolsonaro en Brasil y temáticas relacionadas al uso de la violencia como excusa para lograr objetivos. Más allá de que sean opiniones “políticamente incorrectas” o deleznables, lo importante es considerar que esta dinámica hace que cada vez sea más difícil escaparse de los medios de comunicación para formar opiniones. En el caso de Facebook, a veces se piensa que es la plataforma que está destruyendo los portales de contenido en internet; según la revista Forbes, las aplicaciones se están convirtiendo en los nuevos sitios de creación de contenidos (informativos o no) que, tarde o temprano, terminarán por reemplazar a los tradicionales sitios web. Según la teoría de la espiral del silencio, la opinión pública es un conjunto de opiniones sobre temas controversiales que uno puede expresar en público, sin miedo a ser sancionado socialmente. De esta manera, la opinión pública puede ser tratada como un mecanismo de control social potenciado por los medios de comunicación masivos, en este caso, las redes sociales. Nuestra opinión y formación de identidad puede estar referida más en función de los “otros” anónimos que abundan en la web en lugar de los “otros” más cercanos como familiares o amigos.
Ante una proliferación virulenta de contenidos “basura”, es interesante ver cómo éstos adquieren vida propia y se convierten en entidades de formación de opinión y, finalmente, en identidades que motivan ciertas acciones como la divulgación de discursos de odio. En el caso del fenómeno mencionado por John Oliver en Myanmar, los birmanos reconocen que, para ellos, Facebook es sinónimo de “internet”. Esto quiere decir que casi la totalidad de las noticias e informaciones que ellos consumen la obtienen exclusivamente de la red social, distorsionando gravemente la configuración de opiniones que descansen sobre una base de validez empírica o confiable. Dicho panorama puede ser caldo de cultivo para conductas extremistas que, en consecuencia, pueden ser tomadas por los gobiernos de turno para fortalecer sus mecanismos de control y visiones políticas, generando un auge en las posturas más radicales que eran consideradas como una silent majority (“mayoría silenciosa”). Sin ir más lejos, en un artículo publicado el 13 de septiembre por la agencia Reuters, el partido AfD de extrema derecha en Alemania consiguió un 12.6% de los votos, en parte gracias a su gruesa presencia en las redes sociales. Mediante el uso de mensajes agresivos y polémicos, conseguían polarizar aún más la opinión pública y, obviamente, generar más reacciones entre los usuarios. Por otra parte, Arthur Bradley (PS21) reconoce que el médium de las redes sociales permite a los partidos políticos extremistas o de extrema derecha interactuar directamente con su audiencia a través de mensajes cortos e incendiarios que se saltan el proceso de ser sometidos a análisis para evidenciar su veracidad, al contrario que lo que ocurre con la mainstream media. Volvemos entonces al paradigma que la Noelle-Neumann estableció al mencionar que los medios masivos pueden ser susceptibles de formar opiniones, pero con el riesgo de que éstas puedan ser distorsionadas o polarizadas por el contenido que se divulga en ellos.
[…] La “espiral del silencio” puede servirnos para ilustrar cómo los medios de comunicación son capaces de generar ambientes duales; por un lado, nos muestran cuál es la opinión mayoritaria o dominante, pero al mismo tiempo la cobertura de noticias o hechos controversiales va acumulando paulatinamente una enorme dimensión de información que puede tener como consecuencia la formación de percepciones distorsionadas respecto al clima sociopolítico o cultural
En el marco del e-Gov, en donde los gobiernos se acercan a las personas a través de medios digitales y simplifican la provisión de servicios por este mismo médium virtual, es importante tener en cuenta de dónde se obtiene la información acerca de la ciudadanía. Si bien uno podría pensar que ciertos organismos públicos pueden recoger opiniones y reacciones al clima político a través de algo tan simple como un feed de Twitter o Facebook, esta práctica puede traer riesgos catastróficos en la forma de observar las conductas de la sociedad en su conjunto. Creo que en el mundo occidental estamos acostumbrados a endiosar y ver con ojos esperanzadores a las innovaciones en el ámbito del “internet de las cosas”. ¡Qué sencillo va a ser todo, vamos a estar conectados a un click de distancia y la cercanía e interacción con nuestros gobiernos va a ser muchísimo más confiable!
Ante la tendencia funcional del e-Gov y la fantasía de que los gobiernos quieran estar más conectados con su “audiencia política” a través de las redes sociales para expresar sus opiniones, promover servicios y divulgar (buenas) noticias (la cuenta en Twitter de Donald Trump es un ejemplo casi cómico en esta materia), es importante que la evaluación de contenidos sea minuciosa, con el objetivo de discriminar qué información es verídica o qué opiniones son las que vale la pena recoger para poder tomer decisiones respecto a la población. La espiral del silencio de Noelle-Neumann puede ser una herramienta teórica bastante útil para conocer, analíticamente, de qué manera nuestras opiniones se ajustan o no al clima ideológico en una sociedad. De lo contrario, tendremos el riesgo de que la información generada en las redes sociales, sus datos e identidades puedan ser manipuladas (recordemos que la opinión pública puede ser considerada como un mecanismo de control) y distorsionadas, dando paso a fenómenos de extremismo o violaciones, de la misma manera en que la persecución a la minoría rohingya de Myanmar fue catalizada por el contenido parasitario divulgado en las redes.
Encuentro que es un muy buen artículo Álvaro, muy interesante y muy bien tratado.
Respecto a la temática, me llama mucho la atención, el espiral del silencio dejó claro su efecto en las votaciones de EE.UU., además de los impactos que pueden tener los medios de comunicación en estos contextos. Me parece muy importante también comenzar a cuestionarse y ver más a fondo el cómo las redes sociales juegan un rol en esto, Cambridge Analytica lo dejó más que claro que ya no podemos obviar el rol de éstos.
Estimado Álvaro, primero que todo, felicitaciones por tu lenguaje y calidad de las fuentes citadas, en especial los videos y websites a los que están apuntando los links incorporados. Abordaste un tema que se sale formalmente de los tópicos de la unidad de ciudadanía y gobierno digital del curso Sociedad y Transformación Digital, de hecho, no existen referencias bibliográficas lo cual es uno de los requisitos para la publicación del artículo. Sin embargo, debo rescatar que estás develando una línea de investigación sumamente inquietante como es el peligroso “maridaje” que se está produciendo entre los fanatismos extremos y los medios sociales, especialmente en el caso de la comunicación y la interacción social que se produce en Facebook. ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Cuál es el pronóstico para este escenario? ¿Qué otras mutaciones podemos esperar de una plataforma que nació con un propósito radicalmente distinto, como fue la entretención social? Actualmente, podemos observar cómo ganan terreno la impulsividad, la irracionalidad, la posverdad y los discursos de odio en Internet, en desmedro de una utopía colaboratista que estuvo en la génesis de la red como proyecto tecnológico cultural, de alcance global. En este contexto, se duplica el desafío de los modernos gobiernos de la OCDE que promueven desde su agenda la participación ciudadana y el gobierno abierto digital, en especial, por la complejidad que reviste leer correctamente la realidad (un desafío histórico y permanente por cierto). El fenómeno que describes nos obliga como cientistas sociales a pensar cómo es posible articular una democracia relativamente deliberativa -en términos habermasianos– en las modernas redes digitales del Estado, que hagan contrapeso frente a las inercias del “enjambre”, cuyas lógicas de reproducción están adquiriendo patrones caóticos, especialmente si pensamos en los futuros escenarios tecnológicos de la cuarta revolución industrial. Por último, mencionar que la teoría de la Espiral del Silencio de la gran politóloga alemana, sigue vigente y que podría constituir un interesante punto de partida para estudios de corte psicosocial, tan necesarios en estos tiem-pos-modernos. Las teorías clásicas en sociología de las comunicaciones son referentes mandatorios para un curso de sociología digital por cuanto no podríamos concebir las transformaciones digitales sin comprender el devenir del intercambio de bienes simbólicos en la sociedad y la cultura, por lo que vuelvo a destacar ese aspecto de tus dos intervenciones en el Blog. Te aliento a presentar este post en clases como bonus track de la actividad del Blog académico. ¿Te animas?
Estimado Jorge,
Muchas gracias por tu comentario. Quise abordar este tema principalmente porque hoy en día es cuestionable considerar a las redes sociales como herramientas “útiles” que funcionen como una suerte de barómetro para medir la opinión pública. A su vez, se convirtieron en armas de doble filo; compartir para estar más unidos, al mismo tiempo que compartir para generar polémicas y discursos de odio. La espiral del silencio es una teoría que desde hace tiempo me ha gustado observar en temáticas relativas a la comunicación; pienso que su vigencia sigue estando presente hoy más que nunca ante la proliferación de las “mayorías silenciosas” que están siendo una masa perfectamente maleable por la propaganda y populismo de gobiernos que seducen el extremismo.
Nos vemos hoy en clases para presentar el post.
Excelente artículo. La idea que querías comunicar estaba muy bien articulada y contextualizada. Además, trataste un tema sumamente interesante y contingente, dando cuenta de cómo, en la actualidad, la eficiencia y masividad de la transmisión de contenido digital va en detrimiento de la veracidad y calidad del contenido transmitido. Ahora bien, según Noelle-Neuman, la percepción del clima de opinión no hace que la gente cambie efectivamente su opinión, sino que deje o no de manifestarla. Por lo mismo, considero que sería interesante abordar el mismo tema que planteaste tú, pero desde la teoría de la influencia impersonal de Diana Mutz, según la cual la percepción de las creencias y actitudes de otros sí generan cambios en las ideas propias. En particular, me pregunto: dado que Facebook reproduce la frecuencia y la masividad de ciertas instancias de influencia impersonal, ¿cuál es el mínimo de precisión o veracidad con la que debe contar una idea (circulando por Facebook) para modificar mi percepción respecto de las representaciones del colectivo social y, por ende, para generar cambios de opinión?
Buen aporte el de Diana Mutz, interesante hilo de conversación tenemos en este post. Yo respondería la pregunta que formulas Macarena apelando a los sistemas complejos y el estudio de las posverdades en las redes sociales digitales. Cristián Huepe es un físico teórico especialista en la investigación de fenómenos complejos que se ha interesado en este tipo de temas. Te recomiendo leer este artículo en el que Huepe expone su teoría al respecto.
Excelente artículo Álvaro, muy atingente a los sucesos políticos relacionados con la elección de Bolsonaro en Brasil y las constantes fake news en redes sociales.
Me quedo bastante desilusionada del poder que tienen estos medios masivos de comunicación para generar debate de calidad y capacidad de asociación y organización es pos de fines políticos favorables a la humanidad. Basta pensar en la experiencia de la Primavera Árabe orquestada por Wael Ghonim, un usuario de Facebook que dio ilusiones a millones de egipcios a partir de una revolución iniciada en la red social que invitaba a poner fin a la dictadura de Murabak, y que sin embargo, terminó aplastándose. Lamentablemente, y de acuerdo con tu post, las redes sociales como Facebook hacen que actuemos frente a los impulsos de manera inmediata, ya que nuestra capacidad para hacerlo está a sólo un click de distancia. Además, y de acuerdo con Lazarsfeld, las personas buscan información política intentando minimizar los costos asociados a la obtención de información, más aún, se dan distribuciones sesgadas de opinión donde el acuerdo se da entre grupos- y, por consecuente, nos rodeamos de personas que tengan una opinión similar. Esta teoría podría ir en concordancia con Noelle-Newman en el sentido que el nivel de acuerdo se tiende a reforzar dentro de grupos de mismas opiniones, además de plantear que la interacción no debe ser cercana, sino más bien a nivel de medios de comunicación.
Dicho esto, queda por pensar si es que existe una posibilidad de que las redes sociales dejen de formar parte del problema y se conviertan en la solución. ¿Cómo pasar de las turbas de discusiones superficiales entre anónimos a un debate de calidad de forma digital? ¿Cómo evitar discusiones vacías en torno a contenido basura que terminar por exacerbar la polarización? Habermas, tal como lo mencionó Jorge, parece nuevamente atingente, recordándonos que la calidad de la opinión pública debe jugarse en la argumentación que triunfe por sobre la mera opinión y arrebato.
Te invito a ver una de las charlas que ha realizado el propio respecto al posible camino hacia una solución desde las propias redes sociales. Si él tiene esperanzas, habiendo orquestado una revolución online y siendo torturado por la seguridad nacional egipcia, creo que nosotros tampoco debemos perderla.
¡Saludos!
Ghonin (https://www.ted.com/talks/wael_ghonim_let_s_design_social_media_that_drives_real_change?utm_campaign=tedspread&utm_medium=referral&utm_source=tedcomshare)
Corrijo: Dice “Te invito a ver una de las charlas que ha realizado el propio respecto”
Debe decir ” Te invito a ver una de las charlas que ha realizado el propio Wael Ghonim respecto…”
¡Saludos!
Interesante artículo, sin embargo, no queda muy claro cómo opera la “espiral del silencio”. ¿El miedo al aislamiento haría posible que se condenaran ciertos contenidos para suprimir a quienes los emiten de los círculos sociales y así castigarlos con un aislamiento no deseado? ¿O es el factor que impediría que ciertos contenidos se publiquen por miedo a ser juzgado por otros y ser apartado de la sociedad?
Es esencial que definas bien ese concepto, ya que atraviesa todo tu blog y desprendes muchas conclusiones a partir de él. La manipulación de contenido propagandístico ha sido una problemática presente desde los inicios mismos de la publicidad. La tergiversación de contenidos para manipular a las masas siempre ha estado presente en las sociedades, por lo que presenciar una manipulación de contenido a través de redes sociales no es para nada extraño. Vendría a ser una evolución de la propagandística física. Cabe tomar en cuenta que Facebook es la red social más conocida en el mundo, por lo que es muy plausible a su vez que sea la red con más contenido malversado de las que existen. Estamos frente a un fenómeno, entonces, que no es y nunca ha sido exclusivo de las redes sociales, elemento a tomar en cuenta a la hora de hacer un análisis acerca de lo “novedoso” de las fake news.
En ese sentido, lo que queda es esperar el decantamiento de la propaganda falsa en Facebook hasta que se vuelva obsoleta y la red misma caiga en un estado de hiatus. Si embargo, la tergiversación de contenido estará presente siempre en la sociedad mientras hayan intereses políticos e ideológicos en conflicto, por lo que las nuevas tecnologías de la información indefectiblemente se verán enfrentadas a nuevas categorías de malversación de información.