Con el advenimiento de la economía digital, las interacciones y transacciones que hasta ahora se realizaban en forma presencial están empezando a ejecutarse a través de sistemas de información interconectados y de la web. De allí surge la necesidad de tener en cuenta la identidad digital de cada persona, entendida como los elementos de hardware o software que permiten que una persona se identifique, es decir, que obtenga los permisos para acceder a determinados recursos de información y realice transacciones a través de Internet o redes privadas.
La identidad digital puede clasificarse en dos categorías:
1) Identidad digital legal: es la que requiere estar vinculada a la identidad legal de una persona física o jurídica. Es necesaria, por ejemplo, para realizar transacciones con el gobierno o con instituciones financieras reguladas.
2) Identidad digital simple: es aquella que no requiere estar vinculada a una identidad legal física. Se utiliza, por ejemplo, para conectarse a redes sociales.
Considerando lo anterior, el registro y la gestión de la identidad digital son instrumentos esenciales para la inclusión en la esfera económica de las personas, ya que reducen los costos de transacción en toda la economía, permitiendo mejorar la calidad de los servicios para el sector público y privado. Este proceso enfrenta algunos desafíos; por ejemplo, la privacidad, por un lado, y el posible fraude, por el otro. (BID, 2017)
Siguiendo en la misma línea, resulta un tanto recurrente que en las tiendas de retail nos consulten por nuestro RUT al momento de realizar una compra. Identificación que muchas veces es entregado de manera incuestionable por las personas. Ahora bien, ¿A qué nos enfrentamos a la hora de entregar nuestro RUT? La respuesta es variada, ya que es posible acceder a nuestro nombre, lugar de nacimiento, propiedades, actividad en el retail, estado de salud (considerando la actividad en el mercado de las farmacias), estado civil, entre otras cosas. A estos elementos a los que se puede acceder desde los dígitos que entregamos cada vez que compramos, se suma la creación de un perfil personal con tu comportamiento y privacidad por parte de las empresas, información que posteriormente es convertida en una base de datos comercial que otras empresas compran para evaluar tu salud, educación o economía. Cambiando la lógica respecto del producto, ya que el consumidor (quien da el RUT) se convierte en el producto de la empresa a la cual le entregó dicha información.
Esta problemática es evidenciada por Marcelo Drago, presidente del Consejo de la Transparencia, quien menciona que “Estamos proporcionando información que además de ser cruzada con otras bases, puede ser vendida o utilizada de manera abusiva para otros fines” y que la finalidad de pedir el RUT puede derivar en la recolección de datos “para perfilar a los clientes y luego emprender campañas de marketing directo. Es decir, están lucrando con nuestros datos personales” (Radio Cooperativa, 2018).
Tanta importancia ha generado el acceso a nuestros datos- y a su posterior venta- por parte de las empresas de retail, que algunas como Unimarc han creado estrategias para incentivar que sus clientes accedan a entregar el RUT. En este sentido, toda vez que una persona quiera acceder a los beneficios, llámese descuentos y ofertas, que este supermercado ofrece a sus clientes, sólo serán tales al momento de que el cliente entregue su RUT. De lo contrario, los beneficios les son cancelados.
A pesar de lo anterior es prudente mencionar que no es obligación entregar el RUT, así que el día de mañana cuando se disponga a hacer compras en multitiendas y supermercados, cuestiónese hacia dónde van sus datos y proteja su propia identidad.
Pareja, A., Pedak, M., Gómez, C. & Barros, A. (2017). La gestión de la identidad y su impacto en la economía digital. Banco Interamericano de Desarrollo. Sector de instituciones para el desarrollo.
Radio Cooperativa. (2018). Advierten riesgos de entregar el RUT en tiendas del comercio. Recuperado el 21/10/2018 de:
Es importante hablar de estos temas hoy, dado que es recurrente que nos soliciten el RUT para muchas cosas cotidianas, y no tenemos certeza del por qué esas cosas suceden. Es fundamental que exista una campaña masiva que alerte sobre los peligros o las consecuencias que implica que, por ejemplo, el UNIMARC te solicite el rut cada vez que compras algo. Así como también que el gobierno u ONG’s varias comiencen a vislumbrar cómo se nos resguarda nuestro derecho a la privacidad, así como también cuáles son nuestros derechos de información. Creo que este último punto es algo que no se aborda mucho en el día-a-día, o al menos no es una preocupación cotidiana.
Se trata de un fenómeno muy chileno, lamentablemente nos hemos “domesticado” para recitar automáticamente nuestro RUT varias veces al día, según la compra que hagamos en farmacias, supermercados, malls, etc. He sabido de gente que visita Chile luego de largos períodos fuera del país que queda muy sorprendida con la facilidad con la que tanto el personal de las empresas como los consumidores, preguntan y responden con el RUT respectivamente. Recitar el RUT es tan común en Chile como la frase “se cayó el sistema”. Y se encuentra socialmente aceptado revelarlo, siendo que la realidad es que esto es más bien una anomalía, no una obligación. Sería muy interesante que pudieras explicarnos mejor cómo funciona la cadena de valor para estos negocios de datos, desde que damos el RUT hasta la creación de un perfil de consumidor completo sobre nuestras personas. ¿Quiénes venden los datos, quiénes los compran? ¿Cómo se ensambla la información? ¿Qué casos podrías citar en los que algo tan cotidiano como regalar el RUT se convierte en un problema? ¿En qué marco/vacío legal opera este fenómeno? Gracias por el link http://www.nodesturut.cl, no esperaba menos de los pioneros de Derechos Digitales ORG y de los creativos de Noise Media.
Muy interesante el post, ya que creo que a todos nos ha sucedido esto varias veces cuando vamos al mall o de compras. En este sentido, me sorprende que muchas veces los vendedores mencionan que no es “obligatorio” dar tu rut, pero igualmente insisten en obtenerlo, ya que puedes obtener muchos beneficios y descuentos. Ante el cual, el consumidor “cae” nuevamente y opta por entregarlo.
Por otra parte, creo que igual da miedo el hecho de que al saber el rut de una persona, se puede conseguir direcciones de domicilios u otro tipo de informaciones personales, como también para utilizar ese tipo de información y venderlo a otras entidades.
Respecto a esto, estuve leyendo y en varios lugares mencionan la existencia de la Ley 19.628 de Protección de Vida Privada (protección de datos personales), sin embargo, ésta no considera las transacciones que se dan dentro de la economía digital.
Por lo que es interesante reflexionar si en efecto, se están tratando estos temas en el gobierno, si es que han realizado medidas respecto a ésto, y de qué manera podemos enfrentarnos a estas nuevas vulneraciones a la identidad personal.
Impresionante la cantidad de información a la que pueden acceder las empresas solo con nuestro RUT! Creo que la manera mecánica en que recitamos nuestro RUT cada vez que es solicitado (muchas veces pensando que es una obligación) es una de las muchas formas en que sin darnos cuenta, entregamos información personal con la que otros pueden lucrar.
Es interesante analizar casos de redes sociales por ejemplo, donde a pesar de que uno mismo da la información de manera consciente, muchas veces no sabemos la utilidad que puede tener esta. El caso de las últimas elecciones en Estados Unidos y la venta de datos de la red social Facebook, es un caso emblemático sobre la influencia que pueden llegar a tener nuestros datos.
En nuestro último post, junto con Rocío Sancha, escribimos sobre este tema y sobre un nuevo programa que busca que las personas ganen dinero cuando las empresas utilicen sus datos, en vez de “regalarlos”. Los y las invito a leerlo!
Sin duda, esta nueva mirada respecto del fenómeno de los datos abiertos genera una problemática de difícil solución. Es de esperar que se generen leyes o campañas más masivas en torno a la prohibición de las peticiones de rut para obtener descuentos como lo hacen algunas cadenas de servicios.