Por Iván Lizana y Francisca Muñoz
Las páginas y plataformas digitales de compra venta (conocido técnicamente como e-commerce) han visto un aumento significativo en la última década, suceso que ha sido impulsado considerablemente por la masificación de los smartphones (San Martín & López, 2010). Así, por ejemplo, acorde a datos de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS) durante el año 2018 se espera que US$5.000 millones se transen por compras vía internet, habiendo una proyección de US$8.000 millones para el 2020 (Estrategia, 2018).
Esto, sin embargo, no ha estado exento de problemas que ponen en entredicho la confianza de los consumidores hacia dichos servicios, como lo fue el caso de la filtración de datos personales provenientes de tarjetas de crédito durante el 2018 (24 Horas, 2018), ni tampoco podemos obviar que la principal razón que aducen los consumidores chilenos para no comprar por internet es la falta de confianza en los medios, específicamente un 36% declara aquello según el estudio de caracterización de compradores online (GFK Adirmark, 2016), idea que también es apoyada por Meng, Min & Li (2008) y Salam, Lakshmi & Singh (2005). Este último punto es el que llama la atención al momento de hablar sobre e-commerce, sobre todo si nos preguntamos en qué consiste dicha confianza, por qué es tan importante como para ser la principal razón para no utilizar dichos servicios o bajo qué pilares se construye. Estas son algunas de las preguntas que hoy deben atenderse para lograr un correcto funcionamiento del comercio electrónico en un mundo que cada vez se vuelve más digital, y las plataformas de compra-venta son cada vez más masivas como, por ejemplo, Amazon, Ebay, AirBnb, Mercado Libre o incluso Uber.
Para comprender el fenómeno de la confianza en el e-commerce, una perspectiva teórica que puede ser de gran ayuda proviene de la sociología sistémica de Parsons (1968) y Luhmann (1996). De acuerdo al primero, en una sociedad compleja la confianza entre las personas se vuelve cada vez más improbable, imposibilitando conocer a priori cuáles serían las respuestas de los otros ante ciertas situaciones. Esta doble contingencia llevaría a las relaciones sociales a un punto cero, en el cual nadie actuaría por miedo a la respuesta. La respuesta de Parsons a este dilema se encuentra en la llamada integración normativa, donde las expectativas recíprocas de comportamiento juegan un rol fundamental. En detalle, la teoría supone que las personas buscan sentirse integradas a la sociedad, por lo cual su comportamiento se guiará hacia aquello que se considere aceptable, esta cadena de respuestas terminan generando normas que deben ser seguidas con tal de ser aceptado. Llevando esta teoría a la situación que gira en torno al e-commerce, podríamos asumir que quien busca vender o comprar con éxito, debe generar una reputación aceptada por los miembros de la comunidad que se traduzca en confianza. Para lograr esto es fundamental seguir un cierto marco normativo -formal o simplemente asumido por la comunidad- que responda a las expectativas de la otra persona que integra la transacción.
Por otro lado, Luhmann (1996) postula que en una sociedad cada vez más compleja, las relaciones que involucran expectativas y vínculos interpersonales se hacen cada vez más improbables, la confianza personal ya no basta para coordinar nuestras acciones por lo que se requieren nuevos mecanismos más diferenciados e impersonales, sustituyéndose la confianza personal hacia una confianza en el sistema interaccional, organizacional y funcional. Lo anterior quiere decir que confiar en el sistema permite el desarrollo de las interacciones reduciendo al mínimo la complejidad ante las decisiones riesgosas que se toman diariamente al participar en los distintos sistemas sociales. Así, por ejemplo, no confiamos precisamente en las personas al momento de recibir una opinión, sino que confiamos en el sistema de la ciencia. Ahora, ¿Cómo se aplica la teoría de sistemas al e-commerce? Sencillo, cada vez que ingresamos a páginas como Amazon, Ebay e incluso MercadoLibre para realizar compra o venta, no generamos grandes cuestionamientos acerca de estas transacciones o sobre si la persona que se encuentra detrás realmente existe, venderá lo que promete o incluso si se trata de un asesino serial. No, no lo hacemos ¿Por qué? Porque estas relaciones ya no se basan en vínculos personales y por ende en la confianza hacia ellos, sino que la confianza es depositada en el sistema mismo. No confiamos en los vendedores, sino que en Amazon y en las reglas que ha impuesto la empresa, así como su capacidad de mantener lejos a personas conflictivas. Asimismo, tampoco confiamos en quien publica su departamento o pieza en Airbnb, sino que confiamos en las reglas impuestas por dicha plataforma.
No obstante esto no siempre fue así, ¿cómo fue que las personas comenzaron a introducir sus tarjetas de crédito a internet y por ende a confiar en este medio? A pesar de que algunas de las características propias del comercio a través de internet son la impersonalidad, la ausencia de contacto físico y la necesidad de digitar datos personales esto se fue dando a medida que se expandió y masificó el acceso a internet y las nuevas tecnologías, permitiendo que las personas se familiarizaran con estas plataformas (San Martín & López, 2010). Es justamente en este punto donde podemos encontrar uno de los primeros puntos relacionados a la confianza sistémica, a saber, mientras más conozcamos las plataformas, más confianza existirá hacia ellas. En esa línea, la publicidad y la forma como la empresa se da a conocer destacando sus fortalezas, es un pilar fundamental para generar confianza en los consumidores (San Martín & Camarero, 2010; Vijayasarathy & Jones, 2001). De este modo, a medida que se conocen más historias de satisfacción de usuarios, más confiamos en la plataforma, dicho de otra forma, confiamos en el sistema más que en las personas que están detrás.
Esto se puede ejemplificar en lo que se postula en la siguiente charla Ted, donde Rachel Botsman (2012) pone el ejemplo de Airbnb, la cual desarrolla el tema de la confianza en el sistema pero a la vez incluye a la “puntuación” como un indicador que a su juicio, es lo que permite el desarrollo de dicha confianza. Las puntuaciones y valoraciones otorgadas por los usuarios anteriores del servicio bastarían para que una persona confiara o no la aplicación, reduciendo así la complejidad de esta interacción, lo que hace de internet y sus transacciones más seguras, rápidas y eficaces. Todo esto, dado que las puntuaciones implican un mayor apego a las expectativas recíprocas de comportamiento, vale decir, una mayor integración normativa por parte del vendedor o comprador. Esta idea es reforzada por Salam et al. (2005), al indicar que gran parte de la confianza se juega en los indicadores de “benevolencia” del vendedor: voluntad, cuidado, dedicación, responsabilidad, entre otras. En dicho sentido, por tanto, es esencial que las plataformas cuenten con sistemas conocidas de evaluación a los usuarios.
Para mayor información puedes revisar la siguiente charla de Rachel Botsman
En síntesis, cabe preguntarse, entonces, si en nuestro día a día cuando solicitamos un viaje en Uber, nos fijamos realmente en el nombre del o la chofer o si prestamos atención al modelo del auto. Probablemente las respuestas para muchos sean que no lo hacen, si no que simplemente somos muy atentos a ver cuántas “estrellas” posee como reputación, entendiendo que aquellas se basan en un juicio realizado por varios usuarios que ya han tenido experiencias con esa persona en un marco común que todos identificamos como un “buen chofer”. De esta manera no solo se van desarrollando los avances tecnológicos, sino que también lo hace la confianza hacia ellos como forma de reducir la complejidad en este mundo interconectado con infinitas posibilidades de acción.
Bibliografía:
- Meng D., Qingfei, M. & Li, Y. (2008). Study on Trust in Mobile Commerce Adoption – A Conceptual Model. International Synposium on Electronic Commerce and Secutiry
- Luhmann, N. (1996). Confianza. Barcelona. Anthropos, 996.
- Parsons, T. (1968). La estructura de la acción social.
- Salam, A. F., Iyer, L., Palvia, P., & Singh, R. (2005). Trust in e-commerce. Communications of the ACM, 48(2), 72–77.
- San Martín S., López, B. (2010). Posibilidades de la compraventa B2C por teléfono móvil en comparación con Internet. Cuadernos de Gestión, 10(1), pp. 17-34.
- San Martín S., Camarero C. (2010). Los determinantes de la confianza del comprador online. Comparación con el caso de subasta. Cuadernos de Gestión, 10(1), pp. 43-61.
- Vijayasarathy, L; Jones, Y. (2001). Do internet shopping aids make a difference? An empirical investigation. Electronic Markets, 11, pp. 147-162.
la argumentación esta muy buena! el fenonemos de la cobertura de smartphones y la precaución con la filtración de datos da pie para reflexionar sobre la credibilidad del sistema, la cita de Luhmann y Parsons posiciona el dilema de la reputación de marcas del ecommerce y la generación de confianza en el sistema, el ejemplo de Uber es paradigmatico: efectivamente es de integración normativa a través de un indicador de juicio (estrellitas), buen análisis! Gracias.
Resulta paradigmático que en las nuevas generaciones se confíe más en los sistemas que en las personas, quizá esto podría desembocar en un vuelco en la manera en que entedemos la vida social, toda vez que las relaciones sociales se encuentren mediadas por servicios digitales.
Creo que sería importante estudiar este fenómeno, ya que podría dar luces de una posible futura comunicación entre las personas. Particularmente, se me viene a la mente Wall-E y la manera en que las personas se comunicaban.
Aquí un pequeño video de la comunicación de las personas en Wall-E
https://www.youtube.com/watch?v=s-kdRdzxdZQ
Gracias Guille por tu comentario
Wall-E, que buena película, y creo que tu ejemplo es muy exacto con lo que intentas decir, de cierta forma en lo personal opino algo similar, sin embargo creo que todos estos sistemas en algún punto se reinician y vuelven a un estado inicial (tal como en la película que igual al final se dan cuenta de la impotencia de las relaciones sociales presenciales)
Muy buen análisis! me llamó mucho la atención el tema de uber, también sería bueno usar el mismo análisis para el premio de “trabajador honesto” que entregaba el programa en su propia trampa de canal 13. ¿Creen que traería algunos efectos adversos en términos de confianza? podría pasar que algún trabajador calificado como honesto por el programa se aproveche de eso para ser deshonesto . A continuación adjunto un link de un video para que vean la dinámica: https://www.youtube.com/watch?v=KLC8yrItdhw
Saludos!
Gracias Cristobal por tu comentario
En lo personal creo que desde una mirada de sociología de sistemas eso no debería ocurrir, ya que de igual manera confiar en el “trabajador honesto” sigue reduciendo la complejidad de la interacción, es mucho más fácil anotar el número en pantalla del trabajador y llamarlo que arriesgarse a buscar otro nuevo contacto sin referencias.
Muy interesante su artículo, me siento identificada totalmente, además creo que muchos no dan por hecho o no son conscientes de esta nueva forma de relacionarse y de depositar la confianza.
Por un lado, me resulta interesante descubrir si la confianza en los sistemas se da de la misma manera en personas adultas como en los jóvenes, ya que para nosotros esto se ve como algo “normal”, pero ¿sería igual para los adultos?
Por otro lado, el caso Uber me llama la atención sobre el hecho de que uno debe confiar en el sistema en sí, pero ¿qué pasa cuando te enfrentas a la realidad y no es lo que esperabas? En otras palabras, me refiero a qué pasa si en efecto, nunca has tenido un problema con el servicio, por ende pides el Uber, donde el conductor posee casi el máximo de puntuación, pero en el momento en que te subes al auto, el conductor tiene una conducta inapropiada, maneja mal, tiene el auto sucio y/o te sientes incómodo…Luego de esa situación ¿vuelves a confiar en el sistema o lo marcas como un sistema en que no hay que confiar y por tanto, lo eliminas de tus opciones?
Para mí se vuelve interesante esto, ya que puede ser que a partir de una sola mala experiencia tildes de malo el sistema y por ende, lo consideras como “no confiable”. Como también puede estar presente la opción de que fue una sola vez la mala experiencia, por lo tanto, lo vuelves a utilizar y a confiar en el.
Sí, también estoy de acuerdo que la puntuación y buena reputación de una empresa/servicio/app, puede quedar corta si se trata de compararla con una experiencia personal, más allá de que todo el mundo lo encuentre bueno. Así, por ejemplo, tomando la línea de las personas más adultas que decías, muchos rehúsan de utilizar sistemas digitales (por ejemplo, pago de cuentas online, entre otros) justamente por malas noticias que han visto.
Me parece muy interesante el argumento que presentan, sobretodo esta “transformación” o “traspaso” de una confianza personalizada a una confianza hacia los sistemas. Creo que es importante destacar (o por lo menos en mi opinión) que en sistemas como los que se mencionan, de economía colaborativa, no se da una confianza solo al sistema. Es decir, no es que yo solo debo confiar en que Amazon es eficaz en cuanto al servicio que ofrece, si no que también debo confiar en la “capacidad de puntuación” que presenta la plataforma. Siguiendo el ejemplo de Uber que proponen al final, la persona no solo debe confiar en que Uber es un servicio que funciona y que habrá un auto esperándome como lo indica la aplicación, si no que debo confiar en que Uber ha generado un sistema de puntuación de sus choferes que es adecuado y que me servirá a mi para guiarme en mi utilización del servicio.
Destaco esta idea, porque muchos e-commerce son criticados por engañar a sus clientes, haciéndoles creer que su sistema de puntuación es confiable, cuando en verdad no hay un proceso adecuado por detrás. Me di cuenta de esto una vez utilizando Booking, donde la puntuación de un hostal era muy buena, sin embargo al ver los comentarios, estos eran muy malos. Me imagino que una de las razones puede ser porque es fácil manipular el sistema de puntuación (creación de cuentas falsas por ejemplo, de parte del mismo hostal para darse una puntuación buena).
Finalmente, creo que es fundamental el análisis que hacen sobre la confianza, y creo que esta se extiende a muchas mas áreas de las que se piensa.
Buen apunte, es verdad que muchas veces también nos quedamos cortos con los sistemas de puntuación, ni tampoco sabemos cómo se construyen, más allá de que igual operan como un proxy importante. Los comentarios facilitan mucho el accionar también, hay páginas que se dedican a eso, o basta con buscar foros de información también, al final apunta a lo que dices: economía colaborativa
Al leer su artículo, y agarrándome del comentario de Juanita, sería interesante indagar en cómo esta confianza sistémica “ciega” -confío en el sistema y en los otros usuarios aun sin haber yo experimentado personalmente cierta plataforma de e-commerce- es aprovechada por gente malintencionada. Esto, además, lo asocio a la ironía que supone que mientras más impersonal es la plataforma, más confiamos en ella. Asumo yo que tiene que ver con la necesidad de las entidades de “rendir cuentas” para lograr sostener la confianza sistémica sobre la cual se construyen (e.g. una plataforma engañosa, como lo que le ocurrió a Juanita con Booking, deja de ser utilizada por los usuarios), cosa que los sujetos particulares no necesitan hacer porque poseen otra serie de recursos para reparar la confianza, recursos que los sistemas carecen. En este marco, me genera mucha curiosidad cómo las diversas plataformas, que se sostienen en la impersonalidad, intentan proyectar justamente lo contrario, como si estuviesen proveyendo un servicio que se funda en la confianza personal. Esto está claramente retratado en el comercial de Uber (https://www.youtube.com/watch?v=DF9WFcyPx1k), según el cual los miles de conductores y usuarios forman parte indispensable de nuestra comunidad que se conoce por el nombre (es decir, personalmente).