Por: Macarena Jaar y Consuelo Farías
La transformación digital que está ocurriendo a nivel mundial no se limita únicamente a cambios tecnológicos. Por el contrario, es un proceso que ha demostrado ser muy envolvente, hasta el punto de que ha invadido dominios que pocos imaginarían como digitalmente manejados. Un claro ejemplo, es el hecho de que lo digital se ha adentrado en uno de los pilares de nuestra sociedad actual: la democracia.
La conjunción de lo digital y la democracia tiene su materialización en el concepto de democracia digital. Ahora, ésta puede tomar diversas acepciones, entendiéndose desde la implementación de políticas públicas que, mediante el uso de las TICs, diversifican los mecanismos de participación ciudadana, hasta aquellos proyectos que intentan mejorar la calidad de la democracia a través de innovaciones en la representación o discusión política (García, 2016). Dentro del amplio rango de posibilidades que provee, podemos encontrar la utilización de las redes sociales para convocar a los ciudadanos a participar de manera activa en movimientos sociales para lograr un fin en común -como las marchas No + AFP-, hasta la constitución del e-voting o la implementación de nuevos mecanismos de votación que certifican al votante el conteo efectivo de su voto y dificultan la posibilidad de cometer fraude electoral.
Asimismo, la e-democracy también entrega posibilidades de participación que no están institucionalizadas. Tal es el caso del hacktivismo o el uso no-violento de herramientas digitales legalmente ambiguas o ilegales en pos de fines políticos (Samuel, 2004). Éste es, en términos simples, la conjunción del empleo de técnicas de hacking con de la acción política directa. Se debe comprender su diferencia con el hacking, el cual es el uso de las herramientas digitales ilegales, pero que no posee un interés político o social. Un ejemplo emblemático del hacktivismo es Wikileaks, una organización internacional que desarrolla informes anónimos sobre comportamientos o acciones gubernamentales que se consideran éticamente cuestionables, violentos y/o de bajo apoyo ciudadano.
Ahora bien, lo digital también trae consigo una serie de peligros potenciales que pueden llegar a minar los fundamentos mismos de la democracia. Remitiéndonos a las palabras de Bobbio, un filósofo italiano, podemos entender la democracia como el intento de que el poder sea visible para todos (Bobbio en Diario El Comercio, 2013). Más aún, según Arendt (2006), en los Estados totalitarios “La única regla de la que uno puede estar seguro (…) es que, cuando más visibles son los organismos del Gobierno, menor es su poder, y que cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser”. Esto se traduce en que, para que los ciudadanos sean los verdaderos detentores del poder en la democracia, ésta exige transparencia. A su vez, la transparencia requiere de la participación de los ciudadanos, puesto que es mediante su involucramiento que los ciudadanos se convierten en garantes de la transparencia de los procesos y de la elección de los candidatos.
La ironía de todo esto, no obstante, reside en que, si bien lo digital se puede poner a disposición de la participación ciudadana, la naturaleza -oscura, desconocida, cifrada- de lo digital dificulta, en ciertos espacios y esferas, la transparencia. Cuando hablamos de “la naturaleza cifrada de lo digital” nos referimos al hecho de que funciona como una caja negra: pocos son los que verdaderamente entienden cómo pueden los computadores y el internet funcionar como lo hacen. Los mecanismos y códigos que operan detrás de las amigables plataformas utilizadas por el usuario común y corriente son desconocidos para éste. Por lo mismo, los usuarios ingresan e ingresan información a sus dispositivos, pero sin un conocimiento real respecto a qué información dentro del computador es accesible para otros o a qué información puede acceder una entidad estatal con o sin permiso. Ahora bien, ¿cómo puede esto llegar a ser peligroso? Tal como relata Mikko Hypponen, hace unos pocos años en Alemania se encontró un virus llamado Scuinst, un troyano utilizado por oficiales del gobierno alemán para investigar a sus propios ciudadanos. Con éste, bastaba interceptar la conexión a internet para poder acceder a toda la información disponible en cierto dispositivo, incluso entregando la posibilidad de escuchar conversaciones en línea. Más aún, éste no es el único caso de un troyano utilizado por el gobierno alemán: el Chaos Computer Club (CCC) accedió a muestras de otro virus utilizado por las entidades estatales para espiar a sospechosos de crímenes -cosa que está permitida por la ley alemana-, denunciando que el virus tiene un rango mucho más amplio de funciones, permitiendo que los funcionarios manejen dispositivos de forma remota y, de este modo, accedan a información de forma ilegal. Si no fuese por esta asociación de hackers, ¿quién está capacitado para detectar estos abusos de poder por parte de instituciones estatales? El desconocimiento que gira en torno a lo digital puede dar paso a que estas tecnologías sean utilizadas con objetivos cuestionables y, hasta, antidemocráticos.
Hasta el momento, lo que se ha intentado plantear en el presente artículo es que lo digital tiene una larga lista de virtudes para la democracia y sus procedimientos participativos. Sin embargo, no hay que olvidar que, dadas las características de lo digital, también conlleva una serie de potenciales peligros, de los cuales es necesario hacerse cargo antes de poder disfrutar de los frutos de la democracia digital. Para lograr esto, se debería garantizar a todos los ciudadanos que el uso de los datos personales debe ser a partir del consentimiento de cada persona, como también regular el uso de la información personal que pudiesen hacer terceros, con el fin de garantizar la seguridad de los datos personales y la identidad digital. Por ejemplo, en el caso de la Unión Europea, se está implementando la Nueva Normativa en Protección de Datos Personales, cuyo objetivo es regular el tráfico de datos personales, a partir de regulaciones hacia los ciudadanos como a las empresas y organizaciones. Entre sus elementos más distintivos, es el derecho al olvido, que consiste en la posibilidad de eliminar todos los datos de una persona en buscadores de internet y de las redes sociales.
Bibliografía
Alcalá, I., & Rodrigues, N. (2012). HACKTIVISMO: la nueva cara de la participación. Comunicación: estudios venezolanos de comunicación, (159), pp.38-45.
Arendt, H. (2006). Los orígenes del totalitarismo. Taurus. Recuperado de https://xosea.files.wordpress.com/2014/04/arendt-los-origenes-del-totalitarismo.pdf
Diaz, C. (30 de mayo del 2013). Derecho Humano y fundamento de la democracia. El Comercio. Recuperado de https://www.elcomercio.com/opinion/derecho-humano-y-fundamento-de.html
Elías (03 de mayo del 2017). Democracia, participación y transparencia. El Salvador. Recuperado de https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/345013/democracia-participacion-y-transparencia/
García Guitián, E. (2016). Democracia digital. Discursos sobre participación ciudadana y TIC. Revista de Estudios Políticos, 0(173), pp.169-193.
Samuel, A. (2004). Hacktivismo y el Futuro de la Participación Política. Disponible en http://www.alexandrasamuel.com/dissertation/index.html
El artículo centra el foco en la democracia electrónica (e-democracy) y la participación. Estoy de acuerdo en las oportunidades y riesgos de la transformación digital. Se entiende muy bien el concepto de la naturaleza cifrada de lo digital que emplean y las dificultades que conlleva para el desarrollo de la democracia en general y del voto electrónico en particular.
La gestión electrónica de los procesos de votación está aún en desarrollo en Chile, existe muy poca oferta tecnológica y el tema no está suficientemente regulado por el Servel, aunque es posible realizar consultas a nivel municipal o intermunicipal. Por ejemplo, el último caso de votación en el que participaron 77.812 personas y mayoritariamente el 56.420 de los residentes cercanos al Parque Padre Hurtado decidieron mejorarlo SIN la laguna artificial (laguna cristalina) genera un precedente por la masividad de la votación, más allá de la polémica con Lavín por la derrota del proyecto CON laguna cristalina.
Cuando se establezca un método fiable se espera un amplio campo de desarrollo electrónico para las consultas ciudadanas pero aún existe una brecha hacia mecanismos tecnológicos efectivos de votación que permitan una democracia más directa a nivel local.
Hay que tener cuidado porque hay inmadurez en los sistemas de votación electrónica en Chile, el caso de e-voting (lo indican en su artículo) conocido en prensa sobre fraudes en los mecanismos de votación electrónica del partido político Ciudadanos, misma empresa que realizó la votación de la laguna del Parque Padre Hurtado realizando al parecer un buen negocio ($2500 por voto) en un nicho hasta el momento sin competencia en Chile https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/resucito-el-voto-electronico-las-cuentas-alegres-de-evoting-tras-el-exito-del-plebiscito-por-la-laguna/370922/
Buen artículo. Concuerdo en los riesgos que pueden presentar las tecnologías hacia la democracia. Por lo mismo, parece necesario que las legislaciones nacionales, en términos de protección de datos, vayan más o menos a la par con los avances tecnológicos, es decir, en constante revisión, o al menos cada cierto tiempo. Posiblemente, pensando en Chile, sea prudente la creación o reforzamiento de alguna entidad especializada en el seguimiento de estos avances y su adecuación al marco legislativo nacional.