Democratizando la burocracia: una co-construcción entre ciudadanos activos y un gobierno digital

La masificación de las tecnologías de información y comunicación (en adelante TICS) ha revolucionado múltiples esferas de la vida humana, y el Estado no se ha quedado fuera. Los esfuerzos por incluir las nuevas tecnologías que optimicen la gestión pública a partir de una cooperación entre diversas organizaciones, ciudadanos e instituciones ha sido una tarea reciente que se plasma en conceptos como gobierno abierto, gobierno digital y e-democracy. Estas nuevas estrategias de gestión y aproximación al ciudadano prometen la proliferación de nuevas formas de participación ciudadana a través de la transparencia y colaboración entre distintos organismos estatales que permitan una experiencia centrada en el ciudadano. Sin embargo, ¿corresponden necesariamente estas innovaciones en una mejor calidad de la democracia? ¿De qué forma configuran los medios las relaciones entre la ciudadanía y el estado? ¿Cuáles son los roles de cada uno? y ¿Basta con tener medios más sofisticados para tener una democracia de mayor calidad? ¿cómo nos escudamos del exagerado optimismo tecnológico?

Preguntas como estas nos obligan a salir del modelo oficial de e-government basado en la provisión de servicios y bienes que se adecuen a las necesidades del ciudadano para incorporar una mirada crítica que plasme la necesidad de una transformación cultural en la experiencia humana en comunidad democrática y en conjunto con el Estado, es decir, ir más allá de una definición instrumental de la democracia y profundizar en una perspectiva de democracia sustantiva.

Definiendo conceptos y nuevos horizontes

La conceptualización del gobierno digital o electrónico es variada y ofrece distintas aristas al fenómeno de incorporar los avances técnicos a la gobernanza, pudiendo ser comprendida como un enfoque para maximizar la eficiencia de la máquina burocrática o como una transformación del Estado hacia una entidad interconectada que permita la participación ciudadana. De acuerdo Eugenio  Rivera (2005), director del Programa de Economía de la Fundación Chile 21, el gobierno digital puede definirse bajo tres posibilidades: 1) gobierno digital como entrega de servicios gubernamentales en línea, 2) gobierno digital como uso de las TICs para transformar la relación gobierno-ciudadanos, gobierno-empresas y gobierno-gobierno y 3) gobierno digital como una nueva forma de organizar la gestión pública que garantice eficiencia, transparencia, accesibilidad y capacidad de respuesta ciudadana, usando TICs tanto en el back office como en las relaciones diarias entre gobierno y ciudadanos-usuarios de los servicios públicos.

Estas definiciones no son neutrales, por el contrario, exacerban aspectos del fenómeno de la masificación de las tecnologías en el Estado: reflejo de esto es la proliferación de conceptos como e-administración y e-democracia, lo que necesariamente tiene implicancias en el resto de la sociedad, pudiendo ser la forma que adopta la administración estatal precursor de formas específicas de sociedad, no del todo previstas, al fijar caminos institucionales que acotan el devenir político en una u otra dirección; condicionando en conjunto subjetividades y materialidades.

Teniendo presente lo anterior ¿Cómo cumplir procesos de digitalización del estado que incorporen una visión sustantiva de la democracia, relacional, que vaya más allá de la eficiencia de los instrumentos? ¿Es esta consideración parte de la agenda del gobierno digital? Para responder estas preguntas la distinción que hace Harrison et al., (2012) es fundamental, aunque la e-democracia se encuentre en el rango de lo político y el e-gobierno en el ámbito de lo administrativo (siendo entendidas como algo separado), integrar a las prácticas democráticas en lo administrativo (lo que llamaremos “la democratización de la burocracia”) es un modo de interacción participativa que logra generar valor social a partir de la determinada participación ciudadana.

Siendo optimistas, las tecnologías abren nuevas formas de comunicación entre gobierno y ciudadanos y estos ejemplos son recurrentes no sólo a nivel de países desarrollados. En Chile tenemos casos exitosos como ChileCompra y ChileAtiende, plataformas que acercan al quehacer del Estado a un modelo de oferta pública que se acople al ciudadano y a las empresas. Además, y bajo un paradigma de “Citizens First” se han creado plataformas de interoperabilidad, por ejemplo la Plataforma de Interoperabilidad del Estado (PISEE) , que disminuyen el ventanilleo y la larga cola de trámites interminables que asedian al usuario común. Sin embargo, se debe comprender que estos referentes no solo implicaron un cambio mecánico en los mismos procesos, sino que hicieron posible racionalidades distintas en la gestión pública (bajo principios de mayor transparencia y probidad), adoptando nuevas reglas cauteladas en la operación misma de los procesos.

Sin embargo, todavía no nos hacemos cargo del elefante en la sala ¿Donde queda el ciudadano dentro de este panorama?¿Es su participación una consecuencia del gobierno digital o es la base de la que éste debería partir?

Nuevas formas de pensar la democracia y administración estatal

Si nos acoplamos a la visión del gobierno electrónico como prestación de servicios a partir de las bondades de las TICs quedamos cortos: Este sería el caso de Service Canada, un modelo pionero en América del Norte que se define como un canal de ventanilla única que cuenta con una infraestructura común de datos que permite medir patrones de uso para tener un mejor conocimiento de las necesidades de diversos segmentos de la población, y así personalizar la oferta del Estado (Kauffman, 2016). Si bien este es un modelo de alta seguridad e integración, catalogado dentro de las etapas finales del modelo de maduración del gobierno digital al promover un cambio cultural informacional en la ciudadanía (Orozco y Restrepo, s.f), es un enfoque que tiende a obviar que los componentes culturales que orientan al gobierno electrónico traen consigo dinámicas de participación activa que deben ser tomados en cuenta no sólo como resultado del gobierno electrónico, sino parte de su base.  Con esto, no sólo basta con que el Estado personalize su oferta al más puro estilo del sector privado, sino que el ciudadano se ponga a la altura del desafío junto al Estado y no después del Estado. Así, en vez de seguir un paradigma de ciudadanos primero desde la acción del Estado, estamos hablando de acción conjunta entre Estado y ciudadanos, después de todo, los problemas públicos son complejos y el gobierno siempre necesita una mano, y más que una mano, es la ciudadanía la que legitima el actuar administrativo del estado.

Al respecto, si bien, se han logrado metas en términos de gobernanza en los nuevos gobiernos digitales, pareciera que la visión de co-construcción de ideas entre administración y sociedad que plantea la OECD es aún una tarea pendiente:

“More connected, informed and mobile constituencies have increased democratic pressures for more participatory decision-making processes and more tailored services, leading governments of the OECD to change their approach to digital public service delivery. To meet citizens’ growing expectations, governments have shifted from government-centred (focused on increasing cost reduction, efficiency and productivity in service delivery) to user-centred (focused on anticipating users’ needs to improve administrative and personal services) and finally moving to user-driven approaches (focused on fostering the digital transformation to enable governments to create increased public value). User-driven approaches build on the value of digital technologies to spur broad public modernisation through the integration of technology in service design and delivery and in the shaping of public policy outcomes. This means for example being open to achieving efficiency and productivity gains through new forms of partnerships with the private and the third sectors, or crowdsourcing ideas from within the administration and the society at large.” (OECD, 2016, pág. 25)

¿Cómo logramos esto? Devolviendo una posición activa al ciudadano desde las bases del gobierno digital, es decir, democratizando la burocracia. En este sentido, la participación ciudadana no sería una consecuencia de un gobierno abierto y electrónico, sino una necesidad para la consecución de éste. Volviendo a la idea de Habermas respecto a la democracia: la participación debe acompañarse de la capacidad de deliberación, entendida como la participación cualificada donde la resolución de problemas se dé mediante una ciudadanía activa participante del debate y la esfera pública. En este sentido, la tecnología puede ayudar en este proceso haciendo que la comunicación se promueva por doble vía, fomentando valores democráticos como la colaboración y la transparencia del información y retroalimentando al Estado/gobiernos locales (Harrison et al., 2012).

Así, para permitir la participación activa es necesario dar cuenta que un gobierno por sí solo no crea compromiso ciudadano, es más, como resalta Líppez-De Castro y García (2015), no existe evidencia que de cuenta de que las decisiones sean más democráticas (o de mejor calidad) sólo porque el gobierno integra TICs a su funcionamiento. Por lo anterior, pareciera necesario devolver lo cívico al gobierno digital, después de todo son las personas las que discuten sobre problemas públicos y son los ciudadanos quienes tienen la tarea de materializar la tarea del gobierno digital.

Con lo anterior, se plantea la idea del ciudadano como un proveedor de soluciones a la par (y con la ayuda) del Estado. En este sentido, no basta con la personalización y segmentación de trámites que se adapten a los estilos y eventos de vida de los ciudadanos, sino que el gobierno digital debe ser capaz de incorporar a la ciudadanía como un eslabón más del equipo. Ejemplo de esto es el caso de Honolulu Answers, una iniciativa de Code For America en donde el gobierno local de Honolulu creó una interfaz de búsqueda (similar a ChileAtiende) en donde los mismo ciudadanos respondieron preguntas frecuentes relacionadas con su localidad, en lo que denominaron una  “maratón de escritura” bajo la consigna Join us to rewrite local government. Otro ejemplo destacado es la iniciativa de Citizens Connect , aplicación disponible para ciudades como Boston o Kentucky donde los residentes se unen con los gobiernos locales para visualizar problemas de baja complejidad, reduciendo la brecha entre el empleado público y el ciudadano.

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Estos ejemplos no sólo son soluciones económicamente eficientes, arista importante de acuerdo a la OECD,  sino que personalizan al gobierno mediante el uso de la tecnología que incorporan al ciudadano en la resolución de problemas, encausando nuevas formas de participación activa en el gobierno.

De esta forma, un gobierno digital puede expandir formas de democracia que vayan más allá de votar o hacer una petición, se trata de ciudadanos construyendo al gobierno. En este sentido, y separándonos de la idea de causa-consecuencia entre gobierno digital y participación ciudadana, estos conceptos se encuentran totalmente imbricados si es que se busca cambio y valor social. Si bien el gobierno digital enfatiza la idea de eficacia, transparencia, participación y colaboración en la entrega de servicios públicos como medios para alcanzar el valor público, esto no se puede lograr sin el compromiso cívico de los habitantes, ya que solo así podría lograr alumbrar el terreno de la democracia y el desarrollo social tan esperado. Así, y como toda herramienta tecnológica, es el gobierno quien debe ser capaz de facilitar la interacción entre ciudadanos, no sólo como activistas políticos sino como activistas burocráticos  (en palabras de Pahlka), quienes logren soluciones a problemas cotidianos, sean la mano derecha de gobiernos locales y se empoderen como ciudadanos activos en su vida cotidiana, sólo así estaremos hablando de participación ciudadana de la mano de un gobierno digital.

 

Referencias

Habermas, J. (2005). Concluding Comments on Empirical Approaches to Deliberative Politics, Acta Política, 40, 384-392

Harrison, T. M., Guerrero, S., Burke, G. B., Cook, M., Cresswell, A., Helbig, N., … & Pardo, T. (2012). Open government and e-government: Democratic challenges from a public value perspective. Information Polity, 17(2), 83-97.

Kauffman, E. (2016) . Service Canada: modelo de ventanilla única con multicanalidad integrada. XXI Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Santiago, Chile. Recuperado de http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/27BA93EB9CCCC7F405258113007C8506/$FILE/kaufmess.pdf

OCDE 2016, Digital Government in Chile: Strengthening Institutional and Governance Frameworks. Barbara Ubaldi in Public Governance and Territorial Development. Recuperado de: https://www.sicexchile.cl/portal/documents/10180/16900/digital-government-in-chile-version-24-3-16.pdf/433c2812-5599-4a74-82ff-3da349a2a557

Orozco J. y Restrepo O. (s.f). Beneficios de un gobierno electrónico hacia la comunidad y entes gubernamentales. Recuperado de:
https://www.academia.edu/7507341/Beneficios_de_un_gobierno_electr%C3%B3nico_hacia_la_comunidad_y_entes_gubernamentales_Advantage_of_E-Government_over_Government_organizations_and_community

Urrutia, E. R. (2006). Concepto y problemas de la construcción del gobierno electrónico. Gestión y Política Pública, 15(2), 259-305.

 

Agradecemos a la organización Code For America por los recursos visuales provistos.

 

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3 Respuestas a Democratizando la burocracia: una co-construcción entre ciudadanos activos y un gobierno digital

  1. Valentina y Pedro, elaboraron un artículo con preguntas pertinentes y precisas, con evidencia bibliográfica que ayuda a expandirlas y a abrir caminos para posibles líneas de investigación sociológica. O tecno-sociológicas, si me permiten el término, es decir, investigación que permita dilucidar los complejos entramados de la sociedad digital, en las que confluyen redes humanas y redes tecnológicas. Cuando explotó la revolución digital en Chile en la década de los noventas, uno de los fenómenos clave de la transformación digital del país ha sido el eGovernment, el cual ha ido mutando de la misma forma como fueron evolucionando plataformas de distintos tipos de organizaciones desde un modelo “top-down 1.0” (entrega de información), pasando por mejoras en la interactividad y transaccionalidad de los sistemas (web híbrida), hasta un escenario más horizontal “bottom-up 2.0” (colaboración). Siendo el Estado la organización más compleja de todas, es evidente que la velocidad de adopción de las innovaciones es menor que las que han operado en el mercado, y así es como nos encontramos con muchas asimetrías en la relación del gobierno con los ciudadanos. Sin embargo, se está avanzando, las nuevas tecnologías contienen una inercia difícil de contener, y así como hablamos de “prosumidores” que co-crean las plataformas digitales de interacción, algún día hablaremos, sin complejos, de ciudadanos co-creadores de la democracia y la gestión del Estado (para no decir, co-creadores de la burocracia lo que desde mi punto de vista es poco sexy). En este sentido, eché de menos en su artículo el término “facilitación”, es decir, lo que desearíamos en este posible estadio es un “estado inteligente” (smart state) que sea un facilitador de la participación ciudadana, entregando las herramientas precisas para cada proceso en el que la sociedad deba abocarse a la tarea de resolver problemas comunes. El Estado del futuro debiera ser un gran orquestador más que un reclutador de inteligencia colectiva. Las iniciativas relacionadas a aquello ya están declaradas pero queda mucho camino por recorrer. Una tarea que me parece clave es la de incentivar a nivel masivo el uso de las tecnologías disponibles para activar a la ciudadanía y que no sean solo los periodistas de investigación, por ejemplo, quienes persigan datos sobre transparencia, rendición de cuentas, o gestión del gobierno. Como en todo ciclo de innovación, las plataformas de participación ciudadana están en manos de early adopters pero en algunas décadas deberían tender a amplificarse y hacerse más masivas. Cierro mi comentario relevando el trabajo que realiza la Fundación Ciudadano Inteligente, liderada por un grupo de jóvenes con una clara motivación pública, con líneas de trabajo muy interesantes para este curso.

  2. Gracias por su comentario profesor,

    Efectivamente, si bien ha habido un progreso significativo a nivel de estado, como el ejemplo que mencionamos de ChileCompra, reconocido por sus estándares y usado como modelo para otros países de latinoamérica, el problema de la democratización, entendida desde una perspectiva sustantiva y no solamente procedimental, es uno complejo que aborda múltiples aristas. Pese a sus limitaciones, el enfoque de transformación digital a través del eGovernment, ha proporcionado condiciones de posibilidad para que la ciudadanía despliegue de mejor forma sus derechos y deberes, no podría desconocerse el avance que ha implicado. Así, las plataformas digitales que han sido levantadas, en general van en la línea de proporcionar mayor información e interacciones para que los chequeos y balances propios de una democracia sana puedan ser ejercidos con mayor facilidad; de forma más pública, en el sentido que el acceso a estas capacidades tiene menos barreras y pueden ser potencialmente aprovechadas universalmente.

    Sin embargo, el problema está justamente en el paso de generar condiciones de posibilidad potencialmente aprovechables, hacia la generación de capacidades públicas para que esas posibilidades puedan ser plenamente utilizables, más allá de públicos especializados de alto capital cultural. No basta con una concepción de democratización digital desde el punto de la generación de plataformas no restrictivas, sino que es necesario rescatar de forma más radical el concepto de libertad positiva desde el que parte Amartya Sen en su perspectiva de generación de capacidades, es decir, generar las capacidades democráticas para que estas herramientas puedan ser efectivamente disfrutadas. Esto implica que el enfoque tiene que trascender la infraestructura digital, y en esta tarea existe una dimensión ideológica que debe ser discutida desde la ciudadanía y trabajada por el estado, en concreto, entender al estado no como un ente neutro frente a la democracia, sino un estado democratizador. Esta perspectiva implica una posición política respecto a la democracia como un valor superior digno de ser incentivado. Si bien este puede ser un tema controvertido, sobre todo en tanto al contenido que cabe dentro del concepto de democratización, esa es una discusión que por su extensión escapa a este comentario.

    Parte de la generación de estas capacidades democráticas, implica no partir por modelos teóricos que consideren las posiciones de la ciudadanía frente al estado, el gobierno y la participación política como asuntos exógenos y fijos en las mentes de la gente, sino que como productos de una historia contextualizada sujeta al cambio, entendiendo que existe la posibilidad de una pedagogía democratizadora donde se de cuenta de la existencia de las plataformas, se habilite a la ciudadanía para su utilización, y se le explique la importancia de ésto.

    Por otro lado, también es fundamental dar cuenta de las diferencias de capital cultural que excluyen a segmentos importantes de la población del disfrute de estas plataformas, por ejemplo, adultos mayores que puedan tener dificultades con el uso de la tecnología digital y personas que no puedan acceder a estas por carencia de medios físicos y educación.

    Sin duda es un desafío de largo aliento que requerirá de una perspectiva distinta de Estado. Desde un punto de vista organizacional, sería ingenuo pensar que los avances del eGovernment van a ser la solución para los problemas democráticos, al mismo tiempo, es errado adjudicarles esa responsabilidad absoluta. Son una contribución hacia un proceso, contribución importante que puede llegar a contagiar esa lógica de innovación de capacidades públicas para fortalecer la democracia hacia otros sectores y dependencias del estado.

  3. Pedro y Valentina, qué bien estar poniendo en práctica, sin proponérnoslo, una “democracia deliberativa digital simple” en esta plataforma de Blog de un curso de Sociología. La tecnología puede ser un gran aporte en este campo, toda vez que tiene el potencial para hacer más eficientes los consensos, gestionar el desacuerdo y hacer productivos los debates. En relación a tu comentario, les envío una última réplica con tres ideas importantes para proyectar, por ejemplo, líneas de investigación sociológica en la subdisciplina de la transformación digital social: 1) el papel de la interdisciplinariedad en los equipos de trabajo dedicados a instalar, gestionar y proyectar sistemas socio-tecnológicos colaborativos; 2) ligado a lo anterior, el valor del Diseño y la Sociología como actividades que aportan a la reducción de complejidad analítica y comunicacional que deriva de estos procesos (que hemos practicado de manera preliminar en este curso); 3) los desafíos que nos impondrá la penetración de la inteligencia artificial y sus diversas ramas en estos sistemas humanos complejos, horizonte en el que los sociólogos tenemos una voz relevante, por cuanto nuestra profesión nos ofrece una mirada abierta sobre el cambio social, dentro de lo cual más allá de ser consultores podemos ser facilitadores para una configuración democrática de los sistemas tecnológicos.Un gran saludo, Jorge.

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